Uno es siempre un paseante, calmado, sin destino, alguien que pasea por el mero placer de moverse, al igual que el protagonista de “El hombre entre la multitud”. Pasea por la ciudad, que ya no es moderna. La ciudad ahora es el lugar de los escombros. Pasea y ve otras personas, se para en los escaparates, los contempla, disfruta de ellos o le producen asco. En la ciudad se alternan las tiendas de casquería y las de ropa à la page.
Pero mientras camina, tan lejos de las trochas y veredas, confundido con los otros, se observa y los observa en los cristales de las tiendas. Los ve y se ve y duda quién es quién, o si hay alguien o algo detrás.
Pero mientras camina, tan lejos de las trochas y veredas, confundido con los otros, se observa y los observa en los cristales de las tiendas. Los ve y se ve y duda quién es quién, o si hay alguien o algo detrás.
Qué bonito texto de este paseante a la deriva.
ResponderEliminarYa tengo ganas de ver la exposición con tanta confusión de reflejos
y justo hoy, con unn poco de lluvia y todo...
ResponderEliminarme voy a dar una vuelta, a ver que veo, a quién veo...
BRAVO!!!!!!!!!!!
vaya! se me olvidó un acento y puse una n de más.
ResponderEliminarsiempre igual!