28 de febrero de 2011

Alberto Sevillano Montaña



RASGOS DE GENERACIÓN
                                                      A Ruth
Hay en todos nosotros
una común tristeza, una mirada extraña,
un cómplice saludo que une nuestras vidas,
un caminar distinto, una voz ya gastada,
un dolor invisible que acecha a cada paso,
una cruel sonrisa, una pesada lágrima,
una incesante lucha por saber quiénes somos,
un tímido silencio que se escucha lejano,
un solitario grito esperando en la noche
y un continuo murmullo dormitando en la almohada.

Hay también muchas veces -aunque no lo sepamos-
un sangriento pasado que apenas conocemos,
un incierto presente
y un incierto futuro,
restos de lo que ayer vivieron nuestros padres,
sombras de lo que hoy llamamos el instante
y de lo que mañana podrán ser nuestros hijos.

Nos encontramos solos, sin nada a qué agarrarse,
perdidos en la sola inmensidad del mundo,
buscando un rumbo fijo y un destino claro.
Quizá dentro de un tiempo,
cuando elijamos dónde colocar nuestro sitio,
podamos ser capaces de definirnos juntos.




FIN DE SEMANA

                                               A Fredo

Cada fin de semana
es un nuevo amago de otra felicidad,
un inútil intento por concentrarlo todo,
por escapar de aquello que nos aburre tanto
y que lo llaman vida,
por olvidar al menos durante unos instantes
que dentro de muy poco volverá a ser lunes
y con el volverán
la maldita rutina, los horarios de siempre,
el eterno cansancio de seguir en el mundo.

Sólo el fin de semana
permite la alegría de jugar con la muerte,
de gritar por las calles sin restricción alguna,
de burlar al amor en parques y burdeles,
de tentar a la suerte sobre pistas y barras,
de abrazar las farolas entre cantos y risas,
de exprimir ferozmente esta breve existencia.

Si es verdad que la vida sólo dura dos días,
quisiera que la mía fuera un fin de semana.

Alberto Sevillano Montaña
Entre luces y sombras
Devenir, 2010


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