La mujer del sombrero, oblicua sobre la tierra,mastica las hojas de un libro.Busca un adjetivoque cubra con otra pielsu desnudez de asfaltos y gris.La mujer del sombrero levanta una piedray allí,la vida:suaves al tacto,brotan de la tierra y se retuercen los gusanos,se doblan sobre sus propios cuerpos cegados por la luzpálidade un amanecer estancado en abril.Habla la mujer del sombreroy sus palabras caen,se hunden,se anestesian:lacer, ernura, mblor.Las letras se retuercen en el fango.Suaves al tacto, se doblan sus cuerpos,y calla la mujer del sombrero.Y lentamente,se pudre.
Le quiero porque abandona su cuerpo a la noche:Se lo ofrece sin saber lo que hará-lo que haremos con él;con su indefensión y en su sueño-.
No lo sabe,pero en estta hora y mientras duerme,es de la noche y mis ojos.
Parto del silencio
y con silencio pretendore-creara la mujer cuyo rastro perdípero que siento respirar a través de mis ojos comobranquias.Es entonces,mientras ella respira y mis músculos se alimentan desu sangre_envenenada por la mía_,que reverdece en el hastío esa cierta esperanzade las mañanas de junio.
Desde el silencio hasta el verde perenney sosegado que busco,me muevo a tientas con lentes diseñadasen estado de embriaguez o locuray no sé si avanzo o retrocedo si no es por esa vozfemenina y firmeque, de cuando en cuando, se muestra a través de unaidea:Perseverar. Perseverar.
Pero es difícil la resurrección de un alma sepultadapor palabras que se pronunciaron ya en el principiode los tiempos,palabrasbajo las cualesla bestia herida inútilmente,inútilmente,se convulsiona y gime.
Me traje a mis fantasmas, mis recuerdos,mi inocencia... traje todos los hilosque componen la araña de los sueños.Ayleen, la cuarta de las moiras,ha hilvanado un puentede una sola direcciónsobre una albufera sembrada de espejos.A través del puente, voy a tiy gárgolas a tu semejanza se desdoblana la altura de mis labios.Pero alzo los ojos y no llegoa besar las pétreas oquedades de tu piel.Impasible desde tus mil reproducciones idénticasme contemplas con los ojos ciegos,con oídos que no escuchan cuando les pido por favorque levanten la nochepara que pueda ver mi reflejo en el río.Que he de ser yo pero no un millar de voces tu imagenquien guíe mis pasos hasta la otra orilladonde tú ya no estésy yo puedadesaprenderte por fin.
Y, sin embargosi el olvido es triunfo,si he conseguido reducir tu nombrea una inicial que se repite _se anula_,si te he borrado de mis sueñosaquella a quien más temo,entonces,pequeña victoria.
Brenda AscozEcorchéEclipsados, 2009
El libro Ecorché de Brenda Ascoz nos ha llegado por cortesía de la editorial.
Muchas gracias, Eclipsados.
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